La obra 5h 58' 27'' DSC_7163 es el resultado de una acción fotográfica performativa, el restante único e incontrolable fruto del suceso que se dio a lugar el 5 de marzo de 2018 desde las 00:00h de la noche hasta las 5:58h de la madrugada. Casi 6 horas después, tras calcular el momento exacto del inicio del crepúsculo astronómico matutino, a las 05:58:27 de la madrugada salía el primer rayo del sol. Ese fue el instante justo en el que se cerró el obturador tras aproximadamente 6 horas de toma fotográfica.

Esta acción fotográfica nocturna tenía un cometido ritual, ya que un año antes, el mismo día, la misma noche, acompañé a un ser querido en su partida. Un año después velé en el aniversario de su fallecimiento de la misma forma que velé un año atrás, pero esta vez delante del mar meciéndome en su silla favorita como forma ritualizada de emplear ese tiempo simbólico de duelo en transformación.

Encargué a un ebanista que hiciera con madera un aplique para que su silla de plástico barata pudiera convertirse en mecedora y la coloqué frente al mar. Con él siempre bromeábamos sobre si nuestra ciudad se movía cada día un poco hacia el mar o si todavía permanecía en el mismo lugar. Me senté en la silla, apoyé la cámara fotográfica en mi regazo y a las 00:00 a la vez que disparé el obturador empecé a mecerme sin levantarme de la silla hasta pasadas las 6 horas, momento en que finalizó la noche, la foto, y el ritual.

Tengo la certeza de que toda fotografía está desplazada, borrosa por el movimiento, y aunque parezca nítida solo aparentemente lo está, pero en realidad hay movimiento. La tierra gira alrededor del sol y además gira sobre sí misma a toda velocidad. Cuando estamos frente al mar ese movimiento de aguas nos recuerda que en realidad nada está quieto, ni la fotografía que tomamos ni mucho menos nosotros mismos. En cada ola que alcanza la costa lo podemos ver, el mar nunca va a estar en calma, en la orilla siempre van a romper olas, todas nuestras fotos se mueven, se desplazan y quizá lo más sensato sea tratar de acompañar su movimiento, bailando juntas a la vez, la foto que se acuna e imita cada paso que da el mar, cada ola que rompe viaja junto a cada instante de la foto. Esa fue mi voluntad, mecerme frente al mar acompañando durante toda la noche el movimiento y acompasándolo con esa imagen que se genera, esta vez sí, al ritmo, al compás, de forma coherente en su sentido más estricto frente al desplazamiento que estamos sometidos.

Simulo el movimiento de las olas con el movimiento de la mecedora, cada ola que rompe en la arena recuerda esa inclinación que resulta del mecerse. La cámara acompaña ese vaivén de movimientos como si de una prolongación de mi cuerpo se tratara para finalmente dar lugar a una imagen borrosa que metaforiza en objeto la definición visual del significado ‘memoria’: el recuerdo de una acumulación de tiempo finito enmarañado.
5h 58' 27'' DSC_7163
RESUMEN: El siguiente ensayo teoriza sobre la espera en el ámbito fotográfico a través de los conceptos de tiempo y amor. La idea de espera se desarrolla como una forma de ritualidad que niega indirectamente el propósito mismo de representación de la imagen.
Palabras clave: espera, fotografía, ritual, amor.

Resulta interesante cómo una misma palabra puede funcionar en diferentes ámbitos. El concepto o significado varía dependiendo del contexto pero inevitablemente siempre hay una conexión. Es como si la palabra fuera dejando tras de sí, una larga estela de nexos semánticos que se interpelan a medida que se referencia o se hace uso de ella. Cuando Joan Fontcuberta habla de la “imagen latente”¹, imagen que existe como embrión, simiente o cuerpo criogenizado, “huella todavía invisible al ojo pero que constituye para la fotografía la puerta a su dimensión mágica” (2013: 35-45), resulta imposible no atender a cómo teoriza sobre lo latente y lo manifiesto. Fontcuberta está haciendo referencia a estadios de representación de la imagen que establecen una diferenciación entre la realidad y su representación. Según Freud cualquier formación del inconsciente, los sueños, fantasías, lapsus, tienen un aspecto manifiesto y un aspecto latente. Martín Stortoni explica que el contenido manifiesto en el caso de los sueños sería el sueño tal cual lo relatamos tras despertarnos, y el contenido latente serían los pensamientos que están expresados de manera deformada en el contenido manifiesto. Siguiendo la definición del diccionario de Jean LaPlanche, Stortoni lo resume así: “Es como si el contenido manifiesto y el contenido latente fueran el mismo texto, el mismo pensamiento expresado en dos dialectos diferentes y es necesario traducir uno al otro.” (2009)

Partiendo de las reflexiones anteriores, resulta interesante atender a este concepto que aparece referenciado en el ámbito fotográfico. Fontcuberta teoriza sobre la imagen latente como depósito, donde no hay una representación como tal, sino un contagio de pura emanación de lo real: “Lo real parece transferirse y adherirse a la imagen o incluso transmutarse en ella.” (2013: 37) Pero lo interesante es cómo vincula el factor del tiempo, (necesario dentro de esa espera de la transmutación de lo latente a lo manifiesto), con el deseo. “La imagen latente no es solamente un esbozo de un registro –es una promesa de felicidad- que late sin salir a la superficie sin traspasar el umbral de la visibilidad” […] “mientras el factor tiempo opera, sedimenta nuestras esperanzas multiplicadas, la espera es en sí misma una felicidad.” (2013: 39) Está hablando de la espera como consumación de un climax, como “el amor, la imagen latente somete al fotógrafo a una dilatación que cataliza y amplifica sus inquietudes mientras acrecienta el placer venidero en un ritual.” (2013: 40) Y es aquí donde encontramos la clave, al concebir el acto fotográfico como un ritual donde entra en juego una escenografía de la espera que aúna amor, tiempo y representación.

En “Fragmentos de un discurso amoroso” Roland Barthes dedica un capítulo a la espera como concepto inevitablemente ligado al amor. En su libro, encontramos los siguientes fragmentos extraídos de la obra “Realidad y juego” de Donald Woods Winnicott: “Hay una escenografía de la espera: la organizo, la manipulo, destaco un trozo de tiempo en que voy a imitar la pérdida del objeto amado y provocar todos los efectos de un pequeño duelo, lo cual se representa, por lo tanto, como una pieza de teatro.” (Barthes 1993: 91) Siguiendo esta premisa, podemos generar un nexo a partir de la referencia artística. Tanto acting fotográfico como pieza teatral están sujetas a una artisticidad donde entran en juego deseo, escena y espera. Continua Winnicott: “La identidad fatal del enamorado no es otra más que ésta: yo soy el que espera.” “¿Estoy enamorado? –Sí, porque espero.” (Barthes 1993: 92)

No nos resulta ajeno establecer estas lógicas para una lectura de la imagen desde el amor. Alex García Düttman cuando reflexiona sobre el libro La cámara lúcida de Barthes,² describe que mirar con amor una fotografía supone que al final la imagen queda suspendida. Hablamos metafóricamente de una pausa, algo que se queda suspendido dentro de ese amor que hace resucitar a la imagen para abolirla. Menciona Düttman que si el amor es un espacio sin imágenes, entonces la paradoja de la imagen suspendida, la imagen que es mirada con amor, es una imagen que en su seno mismo evacua toda representación. El cometido al final es abolir la imagen a través de la imagen, y a través del amor. La imagen se constituye como esencial porque la profundidad reside justo en lo que no se puede reproducir ni permitir imágenes.

Y es que dentro de estas ideas que enlazan el tiempo con el amor encontramos a filósofos que han teorizado largo y tendido sobre este asunto como Hardt y Negri. En su libro Multitud utilizan la metáfora del arco y la flecha para hablar del tiempo. Cronos hace referencia al tiempo lineal, el tiempo acumulativo del cronómetro, periodo en el que la flecha se mantiene tensionada en el arco. Hasta que llega el instante del Kairós, momento de fisura del tiempo lineal, instante en el que la flecha abandona la cuerda del arco, momento en que se ha tomado la decisión de actuar. Esta irrupción del Kairós que se define como un surgimiento inesperado, es para Hardt y Negri el momento de la revolución.





Esta idea que se muestra en Multitud desde el vértice de los estudios marxistas, coincide con la voluntad de una espera que se consolida afectiva y como antesala del acontecimiento. En el último párrafo de su libro lo sintetizan así: “Ya se puede reconocer que hoy el tiempo está escindido entre un presente ya muerto y un futuro viviente, y que el profundo abismo que los separa se está haciendo enorme. A su debido tiempo, un evento nos lanzará como una flecha hacia ese futuro viviente. Ese será el verdadero acto político de amor.” (Hardt y Negri 2004: 406) Podemos considerar pertinente atender a esta perspectiva que argumenta desde la política y los afectos, ya que al hablar de esa relación de la espera con el amor ejercemos una tensión directa a la base sobre la que se asienta esta sociedad de la inmediatez. En esta era hiper-conectada parece que no hay espacio, que no hay tiempo para la reflexión de la pausa. Quizá este alegato a la espera y al amor se presenta como su íntimo adversario.

En las Jornadas Inaugurales de la Plataforma en Defensa de la Libertad de Información, Darío Adanti (2017) sintetiza durante su intervención una parte de la novela Mao II de Don DeLillo de la siguiente manera:

“en nuestra sociedad de consumo, la fascinación por el terrorismo marca el fracaso de la palabra como vehículo de cambio o movilizador social porque la lentitud del proceso de la lectoescritura y el pensamiento no pueden competir con la espectacularidad visual y la velocidad intrínseca de la violencia. Siglos atrás, un libro podía generar un conciencia colectiva i desembocar en una revolución, hoy nuestra percepción del tiempo hace muy difícil un proceso similar porque nos resulta demasiado lento en comparación con la inmediatez visual y la conexión emocional de la violencia. La palabra pierde ante el acto violento porque la palabra es sólo representación, mientras que la violencia es un hecho fantástico.”

Por lo tanto, apostar por la espera, por el tiempo, supone quizá un enfrentamiento directo, una apuesta rebelde, o de rebeldía, frente a esa fascinación espectacular de la violencia que menciona DeLillo. La espera como ritual funcionaría entonces como una especie de contradicción, una amenaza directa que se constituye acción lejos de considerarse un acto pasivo. Podríamos describirla como una acción potencialmente transformadora en el tiempo activo que transcurre durante la espera. De la misma forma que sucede con la metáfora del arco y la flecha, cuando Hardt y Negri idean ese tiempo de la espera como parte del proceso de creación de una nueva humanidad. Describen que concebir el amor políticamente es el acto de amor definitivo (2004: 404).

La imagen que espera, que nos hace esperar, que nos somete a la pausa, ejercería una tensión directa frente a las lógicas del consumo y del mercado, podríamos denominarla como un hecho incluso revolucionario. Al fin y al cabo, se trata de una imagen que no se consume por lo que se observa, que resulta de difícil ingesta, se nos atraganta al percibir que lo realmente representado no se puede descubrir. En su carácter formal hay un amago imaginario por configurarse como metonimia de lo sucedido, y no podemos consumirla rápidamente porque la curiosidad es demasiado veloz para las lógicas de la imagen que espera. Ver sin comprender y aceptar el reto de la pausa, de la espera, para que indefinidamente en cada vistazo podamos introducirnos un poquito más, y así desvelar, nuevos recodos de la imagen que han estado paradójicamente siempre representados.

La imagen que espera no podría describirse formalmente porque evacua en su seno mismo toda representación. Es una forma, o fórmula sin fórmula que apuesta por la representación como un acting. Pensar el momento durante la imagen latente existe sin ser evidente como un tiempo constituyente, esto puede resultar importante para el dispositivo, atender a ese momento previo a conseguir ver el resultado de todo el acto performativo. Más corto o más largo, más rápido o más dilatado en el tiempo, pero eternamente significativo como esencia de lo que sucederá después cuando visualicemos la imagen, ahora sí, manifiesta y acumulada, como una amalgama de tiempo enmarañado muestra de lo ocurrido. Muestra de cómo la cámara ha devorado esa luz a su antojo, y de cómo nosotros, responsables de ese banquete fotográfico, no apostamos más que por una promesa de felicidad, donde tarde o temprano comprendemos, que esa satisfacción nunca reside en lo representado. Por eso la imagen que espera, trata de teorizar sobre el dispositivo que coordina todas las partes de la toma fotográfica, y evacua una imagen que pretende negarse a sí misma, donde la importancia no reside en lo representado, sino en ser coherentes y consecuentes con el acto que se está dando a lugar.
Adanti, D. 2017. Disparen al humorista. Bilbao: Astisberri Ediciones.
Barthes, R. 1993. Fragmentos de un discurso amoroso. Madrid: Siglo veintiuno de España Editores.
Düttman, A. 2015. “Yo amo a mi mami”. Concreta Revista sobre Creación y Teoría de la Imagen, núm. 5.
Freud, S. comp. 1984. Obras Completas de Sigmund Freud. Volumen XVI: Conferencias de Introducción al psicoanálisis, Parte III (1916-1917). Buenos Aires: Amorrortu.
Fontcuberta, J. 2013. La Cámara de Pandora. La fotografía después de la fotografía. Barcelona: Gustavo Gili.
Hardt, M. y Negri, A. 2004. Multitud. Barcelona: Debate.
Laplanche, J. y Pontalis, J. B. 2004. Diccionario de psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós.
Stortoni, M. 2009 “Lo manifiesto y lo latente. De la teoría a la práctica de creación de proyectos profesionales en Seminario de Integración”. Reflexión Académica en Diseño & Comunicación. XVII Jornadas de Reflexión Académica en Diseño y Comunicación, año X, Vol 12.


1-La imagen latente hace referencia en fotografía a la imagen que queda impresionada sobre las superficies fotosensibles como la película o el papel fotográfico al incidir la luz. Esta imagen en potencia permanece como huella invisible durante el momento previo al revelado.
2-Notas del Seminario “Filosofía y Fotografía”. Máster en Fotografía, Arte y Técnica, Universidad Politécnica de Valencia, 27 de Febrero.
En 2018 se llevó a cabo la obra “5h 58' 27'' DSC_7163”, dos años después decidí continuar trabajando a partir de esa experiencia de proyecto y pernoctar en La Posta como parte de su programa de residencias.

Dos años atrás se generó la imagen frente al mar, ahora la idea ha consistido en permanecer junto a la imagen, visibilizándola proyectada contigua a la silla durante toda la noche el mismo tiempo que estuvo generándose, las mismas horas. De este modo continúo velando en el aniversario, pero esta vez, con la imagen ya visible fruto del pasado evento ritual.

El marco de la residencia es idóneo para mi propósito porque me permite estar en el espacio dentro de la imagen y durante ese margen de tiempo acotado, tiempo en el que se está visibilizando a modo de actualización 2.0 el evento primigenio. Por eso la obra adquiere en su nomenclatura como forma de significar un /+2/ al final del título.

Es importante estar presente, vivir el espacio dentro de la imagen, que proyectada junto a la silla invada todo el espacio mientras aguanto esas horas de encierro. La cámara de video fija ha registrado mientras las 5 horas, 58 minutos y 27 segundos de experiencia por completo.

Esta no ha sido una residencia que fomentara la presencia de la gente, ni ha pretendido siquiera que haya nadie en el lugar, supongo que esta idea hace alusión a los sucesos de carácter personal que íntimamente tratamos de sobrellevar con las herramientas que tenemos a nuestro alcance.

Unos días antes de realizar la residencia escribí esto como voluntad de proyecto sin saber cuán de premonitorio podría llegar a ser en este 2020:
[5h 58' 27'' DSC_7163]
+
2
No todas las acciones recaen en una exhibición abierta, a veces no sabemos ni el sentido de las cosas que producimos o llevamos a cabo pero simplemente lo hacemos porque lo necesitamos. Más allá de logros personales o profesionales, eventos que marcarían momentos vitales significativos, existen esas épocas intermedias, esos grises de falta de todo y de comerse la cabeza en casa. Te pregunto si a ti también te pasa, que esta muestra a la inversa sea como todos nosotros, verosímil en su sentido más ambiguo, no siempre podemos mostrar lo mejor de nosotros pero hacemos lo que podemos para continuar.